Historia de los camélidos sudamericanos

El origen de los camélidos se ubica en América del Norte hace unos 45 o 40 millones de años. Su antecedente más remoto son unos pequeños mamíferos de 30 centímetros de altura llamados Protylopus petersoni. Sus restos los podemos apreciar en las fotos de aquí abajo, las cuales pertenecen al Museo de Historia Natural de Yale.
De los cuatro tipos iniciales que conformaban la familia CAMELIDAE, que fueron, Titanotylopus, Megatylopus, Paracamelus y Hemiauchenia, han sobrevivido los dos últimos, los que migraron, en el plioceno y pleistoceno, hacia Asia por el Estrecho de Bering y América del Sur, respectivamente. Ver el siguiente gráfico:
Lo que tenemos hoy es el resultado de un largo proceso de adaptación que ha significado transformaciones físicas y, ante la presencia de depredadores, el desplazamiento a zonas desérticas de África en el caso del camello y dromedario y a zonas montañosas de América para el caso de la Lama y Vicugna.
Los géneros LAMA Y VICUGNA constituyen los llamados camélidos sudamericanos con sus variedades silvestres guanaco y vicuña, y DOMÉSTICAS llama y alpaca. Estos animales se caracterizan por su versatilidad ecológica frente a condiciones ambientales límites y su importancia no poco paradójica radica en ser el sustento principal de la industria textil actual y de un sector tradicional marginado por su SITUACIÓN DE POBREZA.
Domesticación
En un principio, el hombre de la Región Andina se encontró con el guanaco y la vicuña pero hace más de 7000 años que, aplicando tecnología de crianza y producción, logró someterlas para dar pie a sus contrapartes domésticas: la llama y la alpaca, respectivamente.
Este proceso, conectado con la cosmovisión andina, supuso la gestión eficiente de pastos y la organización sostenida de esquilas y sacrificios de tal forma que el poblador aseguró un medio de carga y, a la vez, una fuente de carne, cueros, pieles y fibra. Se considera que al hombre de Telarmachay, ubicado en San Pedro de Caja, Tarma, el primer pastor de camélidos.
RAÚL PORRAS BARRENECHEA, en el libro “El Cuzco de los Incas”, cita al mexicano Esquivel Obregón y nos dice que con la domesticación del guanaco a llama:
“el Perú avanzó un paso más que todos los países de América en la escala de la civilización, por cuanto la ganadería le apartó de una serie de formas rudimentarias de vida. El hombre dejó de ser bestia de carga y con la acémila humana desaparecieron la esclavitud y la antropofagia y disminuyeron los sacrificios humanos, rescatados en el Perú, como en otras partes, por la presencia del ganado. El Imperio incaico vencerá los desiertos y las cumbres al paso ligero de la llama”.
Chaccu
El Chaccu consiste en acorralar progresivamente en una extensión de terreno considerable a vicuñas o guanacos usando cuerdas y formando una especie de cerco humano de tal forma que estos animales son cazados de manera masiva. Ésta es una práctica antiquísima, ejemplo del uso sostenible de la vicuña, documentada por cronistas como Bernabé Cobo (1582-1657) en Historia del Nuevo Mundo de 1653:
“cuando van a caza de vicuñas, hacen un gran corral en parte por donde ellas suelen pasar, y luego espantándolas por todas parte, las van encerrando en él; y las paredes y cercas no es otra que con hilo o cuerda que ponen sobre estacas de dos pies de alto hincadas a trecho en la tierra; con el cual hilo asó dispuesto cercan una gran llanada, dejándole abierta puerta por donde entren. Cuelgan desde hilo muchos flecos o bendijas de lana, que se andan meneando con el aire, de las cuales se espantan de tal manera las vicuñas después de encerradas en esta cerca, que no osan salir por ello, sino que andan alrededor del hilo dando muchas vueltas, buscando la puerta; en la cual les arman los indios lazos en que, al salir, caigan. Verdad es que si dentro de la cerca les echan un perro, en tal caso, venciendo el mayor temor al vano espanto que les causa el espantajo de las bendijas de lana, se huyen saltando por la débil cerca o rompiéndola.”
En la actualidad, el chaccu forma parte de las festividades auspiciadas por Promperú y es promovida por las regiones como un evento ecoturístico. En ella, la esquila, que es el objetivo primero, no obstante, es precedida por ofrendas y ritos propiciatorios. En la edición del 26 de junio de 2007 del diario La República, Miguel Mejía describe así las festividades del 24 de junio en Pampas Galeras, distrito de Lucanas:
“Casi dos mil metros de soga vestida con flecos color arcoiris rodearon las vicuñas en un sector de 1,200 hectáreas de Pampa Galeras. Y aproximadamente mil 500 personas convirtieron este cerco en una red movediza que peinaba la pampa y asustaba a los camélidos hasta llevarlos a una pequeña meseta [...] En el llano se había preparado una rústica espiral de rejas por la que inocentemente circulaban las vicuñas hasta llegar al “corral permanente”. Aquí, una joven vicuña fue escogida entre las miles que fueron capturadas, para que el Inca pueda ofrecer su sangre y fibra a los apus de Lucanas. En este momento del ritual se corta la punta de una oreja del animal para verter su sangre en un Kero, se esquila su pelambre y el Inca termina levantando entre sus manos la valiosa fibra de vicuña. El místico gesto hace que la tierra retumbe con las danzas [...] ’todos son invitados a coger un tramo de soga y hacer el Chaccu, que significa atajar’, afirma Wilfredo Poma.”
Costumbres
Los camélidos están asociados a ritos y fiestas que son motivo para agradecer a los cerros y la tierra, pedir el aumento de pastos y ganado y fortalecer los vínculos de la comunidad. Entre los casos más conocidos se encuentran el de la Wylancha en Puno y la Tinka de alpaca en Arequipa.
Muchas de estas celebraciones son una mezcla fiesta, religión, coca y comercio vía dinero o trueque de animales, fibras, verduras y maíz.
Leyendas y literatura
No sólo los cronistas dan testimonio de la importancia histórica de los camélidos, también tenemos leyendas y mitos a lo largo de todo el Perú. Cuentan, por ejemplo, que las jarjachas, almas feas castigadas por haber cometido incesto o infidelidad, aparecen como llamas con varias cabezas, cabezas humanas o mitad mujer y mitad llama. Lo dice Javier Zapata en su libro Seres mágicos del Perú.
Otra leyenda ha sido recogida por Hernán Garrido Lecca en Vicuña de ocho patas. Que también la tenemos representada aquí:
Otro dato que mezcla leyenda e historia informa que en Jauja a la muerte de Atahualpa fueron enterradas las once mil llamas que cargaron el oro de su rescate.
En literatura, los camélidos han sido tomados por – o han inspirado a – escritores como Cota Carvallo y Óscar Colchado. Y han posibilitado la caracterización del paisaje andino como metáforas de marginación y pobreza. Dice César Vallejo:
“Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza
la necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaraví.” (Huaco, 1918)
José María Arguedas en carta a Manuel Moreno Jimeno dice: “Soy, nuevamente, un recién llegado de la sierra; un estimable huanaco de las punas que debe tratar de demostrar, nuevamente, que es estimable”*
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